La isla de Phu Quoc

Vietnam no es un país famoso por sus playas. El agua suele ser turbia, y las playas no suelen estar muy bien cuidadas. Por eso, para encontrar las playas paradisíacas de aguas cristalinas es mejor irse a Tailandia, Indonesia o Filipinas. Sin embargo, dicen que la isla de Phu Qoc se salva, y que sí merece la pena. Si buscas «Phu Quoc» en Google, las imágenes muestran playas de ensueño. Yo ya no me fío demasiado de Internet, creo que lo mejor es ir tú mismo a comprobarlo. Este fin de semana tocaba excursión a la famosa isla de Phu Quoc con el equipo triple M venido directamente desde España: Miriam, Marta y Mandy.

El inicio del viaje fue un tanto aparatoso. Las pantallas del aeropuerto no funcionaban bien, y decían que el vuelo a Phu Quoc de las 18,10 había cambiado de puerta. Me fui a la puerta 11 y,  típico de Vietnam, el vuelo sufría retraso. Me pongo a espera y al cabo de una hora veo que sacan un cartel anunciando que, ¡oh!, ¡comida gratis en el restaurante para aquellos que iban en el vuelo con retraso! Voy al restaurante, y el hombrecillo del mostrador me dice que no, que mi billete no es válido. Vuelvo a mi puerta de embarque, saco una foto al cartel y emperrado, vuelvo al restaurante. El hombre me rechaza de nuevo, y me dice que vaya a la puerta número 3. Voy a esa puerta pensando que me darían ahí un bocadillo o algo así y, ¡horror! ¡Veo que mi vuelo ya había salido! Resulta que había 2 vuelos a Phu Quoc a las 18h10, y yo me había ido a la puerta equivocada. Mi vuelo había salido a la hora y el otro estaba retrasado. ¡Vaya cara de tonto que se me quedó! Primera vez en mi vida que pierdo un vuelo de avión. Con tantos aviones que cojo últimamente, era de esperar que tarde o temprano ocurriera algo así. Me voy a la zona de mostradores de la aerolínea. Ahí me dan un billete nuevo para salir en el vuelo de las 20h00 pagando un sobrecoste de 20 EUR. ¡Vaya suerte que había otro vuelo esa noche, y que hubiera sitio! ¡Y además me dieron asiento en salida de emergencia! Después de un retraso de 1h (en Vietnam son muy frecuentes los retrasos en los vuelos internos de las aerolíneas de bajo coste), por fin embarcamos en el avión.

Tras toda la aventura aeroportuaria llegué al White Lotus Resort a las 23h30 de la noche, donde estaban esperándome mis amigas.

White Lotus Resort es un hotel bastante simpático, y muy buen puesto en la zona norte de la isla. Verónica es la chica vietnamita que dirige el hotel. Encantadora, atenta, y con un inglés exquisito. Además, tiene 2 cachorrillos, Min y Gou, que conquistan a cualquier amante de los perros. Min es un vigilante nato, siempre está pendiente de la gente que entra y sale del hotel. Gou es más chiquitín, y le encanta jugar con hojas, bichos o cualquier cosa que pase por delante de su hocico. ¡Min en cambio no puede resistirse a las correas de mochilas y chanclas de los viajeros del hotel!

Alquilamos unas motos y el marido de Verónica nos llevó hasta la playa de Ong Lang, a unos 5 minutos del hotel. La playa estaba prácticamente vacía, el agua espectacular, y había un chiringuito de lo más local.

Por la tarde fuimos al Sea Sense Resort con la intención de ver la puesta de sol, pero estaba tan nublado que no pudimos ver a Lorenzo acostarse en el horizonte. Aún así, nos tomamos unos zumos de frutas deliciosos.Para acabar el día, barbacoa de calamares, pulpo, alitas de pollo y verduras.

El domingo las chicas se fueron por la mañana al aeropuerto rumbo a Camboya. Yo tenía mi vuelo a las 21h45, así que tenía todo el día para explorar la isla a mi bola. La gente me comentó que la playa más popular era Sao Beach, al sur de la isla. Agarré la moto, y tras 1 hora de viento y lluvia, llegué a la famosa Sao Beach. La playa estaba bien, pero tampoco me pareció la sexta maravilla. Cierto es que el día estaba nublado, probablemente con mejor tiempo, el paisaje luzca bastante más. Me guarecí de la lluvia en una guarida de hojas entre las rocas y ahí me tomé unos noodles con verduras que habían sobrado del día anterior.

La experiencia de naúfrago cual Robinson Crusoe en mi refugio selvático estuvo divertida, pero al cabo de un par de horas me pasé al lado oscuro de la comodidad de las hamacas. Leí un rato las aventuras de Phineas Fogg por India, y a las 17h me volví al hotel antes de que anocheciera.

En el camino de vuelta me pilló una lluvia torrencial de la que me salvó una casa con cobertizo.

Por suerte, el chaparrón solo duró 5 minutos, así que pude proseguir mi marcha sin problemas. Repetí barbacoa de pescaíto frito, ¡y rumbo al aeropuerto!

¡Gracias chicas por un fin de semana fantástico!

Una respuesta a “La isla de Phu Quoc”

  1. ¿Naufrago tipo Robinson Crusoe?, ¡¡¡¡ja ja ja!!!!

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